Un
poema del Che...
“Despedida
a Tomas”
A
ti, encallado amigo,
hacia
las aguas quietas
del
arrecife blanco
donde
te amarra tu sueño de náufrago,
va
mi canción de despedida.
Hoy
he despertado
con
afán de alas en las jarcias,
y
tiendo velas inalámbricas
navegando
hacia el puerto de la hora
marcado
por la brújula indolente.
Hoy
estiro mi lenguaje hacia el viento
para
estrechar tus palabras
y
llevarme algo de tu lamento tierno
a
compartir asombros
que
ya estoy viendo.
Se
fue ya la primavera
que
fertiliza tu almohada;
no
es mi partida
sino
por tu nave que ya no navega.
Te
comprendo golondrina truncada.
Quisiera
llevarte a la fuente Castalia
darte
el elíxir de iguales poderes;
y
aunque soy un médico asomado a las cosas
que
no las transforma y apenas comprende.
Tengo
no obstante una fórmula mágica
-creo
que la aprendí en una mina de Bolivia,
tal
vez chilena, peruana o mexicana,
en
el destrocado imperio del Sonora,
en
un puerto negro del Brasil africano,
tal
vez en cada punto una palabra-.
La
formula es sencilla:
No
te ocupes del cerco, ataca el arrecife,
une
tus manos jóvenes a la piedra anciana
y
dale en tu pulso a los rojos corales palpitantes
en
diminutas ondas cotidianas.
Un
día, aunque mi recuerdo sea una vela
más
allá del horizonte
y
tu recuerdo sea una nave
encallada
en mi memoria,
se
asomará a la aurora a gritar con asombro
viendo
a los rojos hermanos del horizonte
marchando
alegres hacia el porvenir.
Ellos
los males quietos terribles y blancos
como
la noche sorprendida al revés.
Y
entonces, poeta blancuzco de cuatro paredes,
serás
el cantor del universo;
entonces,
poeta trágico, delicado, enfermo,
serás
un robusto poeta del pueblo.
Ernesto
Che Guevara
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